Querida Ziba,
Ayer no hice absolutamente nada y fue maravilloso. Sin razón alguna, mi cuerpo se olvidó de la diaria actividad física y mental, y se quedó liberado en mi casa. El concepto de "tener vida" se desvaneció junto con la obligación social (y cívica) de ser productivo en la comunidad. No fue la tristeza ni mucho menos la depresión. No tenía planes, y no tenía ganas de hacer nada... pasé todo el día en reposo: hibernando quedó mi espíritu en cuatro paredes. No sentí nostalgia por volver a la rutina de vivir ocupado. Me liberé un poco. A pesar que tengo un poco más de dos décadas haciendo absolutamente todo lo que he querido, ayer la pereza me derrotó y no tuve más remedio que someterme a su ocio. Quisiese llamarle cansancio mental o físico, pero la vergüenza no me deja. Soy un flojo ocasional, porque si fuese vocacional, residiría en el Tibet junto a los monjes Bhikkhu, que sin hacer nada, contribuyen espiritualmente al mundo. No hice absolutamente nada ayer y fue maravilloso... hoy lo reflexiono y escribo, ya mañana regresaré a mi "labor" de ser productivo.
Un abrazo espiritual,
Dino
P.S. No hay nada de malo no hacer nada... peor es hacer mucho y no lograr nada.
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