Mar nocturno


A Claudia Painter

¡Cuántas noches voy a recordar
el triste adiós de la ribera,
donde algún recuerdo me espera
desde que salí al vasto mar!

Me encanta el infinito oleaje
que nunca cesa de desplazarse;
entre el afable espumoso encaje,
espero mi mente se disperse.

Me encanta el astro encendido
del elegante manto de la noche,
el que abre el oscuro broche
de la callada boca del olvido.

Cada radiante astro es un recuerdo
que el alma a la noche envía:
por eso es que en la sombría
constelación del pesar me pierdo.

En esta triste noche sin calma
busco mi propia infinita huella,
¡si una memoria es cada estrella,
entonces una galaxia es mi alma!

Al perder de mi vida su gloria,
mi espíritu volteó al ayer,
donde soñó con aprender
a vivir de pura memoria.

En la vigilia, el pensamiento
más precioso y etéreo es,
ese que ocurre cada vez
que mi alma vive el momento.

Es el vasto mar que me inspiró
a escribir versos de desamor:
fue mi copa, yo fui su licor,
¡y ya todo el licor se agotó!

En sus aguas me sentí protegido
porque su esencia estaba con la mía:
esta contienda era la harmonía
que mantenía a mi ser unido.

Una noche, a mi mente vi huir
hacia un recuerdo muy lejano,
entonces, entre yo y el océano,
¿quién no debería de existir?

¡Maldita noche de espanto!
El mar sufre de lo mismo,
su dolor cae en mi abismo
con la gota de mi llanto.

Llegando a la enemiga playa,
la noche me ofrece su cruz,
avisto a lo lejos una luz
que suplica por una batalla.

Es la imaginación traidora
y quiere verme en el fondo del mar,
mi cuerpo comienza a escuchar
mas me detiene la naciente aurora.

Y aunque yo quisiera ahogar
todo lo que dolor me estimula,
las saladas gotas del mar
son solo lágrimas que acumula.


© Elvis Dino Esquivel


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