Hormuz


Valiente eres tú: combates sin pena,
duermes tranquilo entre asesinos ruidos,
callas tu llanto, escondes tus latidos,
en árida patria, distante y ajena.

Ignoras aquel que ciego te ordena
y, al ver tus anhelos desvanecidos,
combates hasta ver todos vencidos
a los que emergen de la añeja arena.

Valiente matas y muerto caminas:
tus muertos irán donde tu honor vaya,
legando dolor y una mente en ruinas.

¡Ya que puedes hacer! Eres la ofrenda
bélica en esa foránea playa.
¡Muere y se héroe! ¡Mata y se leyenda!


© Elvis Dino Esquivel

Imagen: coyote_16

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La culpable


Finalmente completaste un capítulo en mi historia.
Ahora, que estos versos santifiquen tu memoria;
en el amor, nunca va a ser el llanto algo cobarde,
mi corazón es de lava y, cuando sangra, ¡todo arde!

Cuando algún ingenuo me hable de amores,
hablaré de engaños y menosprecios,
pero callaré todos mis dolores:
es mejor no discutir con los necios…

Con maléfica sonrisa pondré mis labios
en las botellas de los viciosos placeres,
me convertiré en el tahúr de los más sabios
que saben cómo burlarse de las mujeres.

Serás tú única responsable si algún día
disparo una bala a una mujer en el pecho;
porque tú has despedazado la mente mía,
¡con sangre, otras saldarán el daño que has hecho!

El orgullo me reclama cualquier venganza;
en mi mente tu malévolo perfil copio,
creo, al observarte, que pesa en la balanza
más el odio por ti que todo el amor propio.

Con apatía y rencor, pero siempre con calma,
ya concluido este capítulo de amor fugaz,
me retiro susurrando, al observar de tu alma
la infinita nebulosidad: ¡descansa en paz!


© Elvis Dino Esquivel
ليلة سعيدة و أحلام لذيذة

Imagen: thewanderingslacker

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9 de octubre de 1993


Pequeño e ingenuo yo,
solo te quiero decir que
todo saldrá bien.
Vendrán muchos años de dolor,
mas tu dolor a los veinte
será el más intolerable,
el resto de los dolores, pasajeros.

Amarás, viajarás y conocerás
increíbles seres humanos;
algunos harán diferencia,
pero tu familia seguirá 
siendo lo más importante. 

No laceraste con profundidad tu piel,
no tomaste las suficientes pastillas,
jamás apuntaste a tu sien,
no te arrojaste al vacío
porque aún le temes a las alturas;
hay una soga escondida en una caja…

A los treinta y tres años
te sigue maravillando
y doliendo el mundo.


© Elvis Dino Esquivel

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Heroísmo


Combatiste por el libre derecho
con tan solo levantar esa mano,
como extraordinario americano,
cargas alguna medalla en tu pecho.

Regresas con el corazón deshecho
mas no le temes a ningún tirano;
solo por las noches lloras, insano,
tu deber patrio sigue insatisfecho.

Se olvida a los que al enemigo matan
pero no a los que su vida arrebatan:
si la guerra es justa, morir glorifica.

Veterano, quítate esa aureola;
no es héroe aquel quien vidas inmola,
si no aquel que su vida sacrifica.


© Elvis Dino Esquivel

Imagen: MFAH

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Cucharita


A Silvia Zullo

Está acostada a mi lado,
pero no me acuerdo de su nombre.
No es que el alcohol lo haya borrado
pero hay momentos no planeados
que el misterio o el olvido algo esconde
para no arruinar el milagro...

Quizás se llama como mi madre
o como una de las tantas
que me negaron su amor.
La mente es porosa
pero hay nombres que
nos negamos a olvidar.

La abrazo y me pide que la abrace más fuerte.
Desconozco su pasado amoroso
y todo aquello que la llevó 
a refugiarse en mis brazos esta noche...
Pero nada de eso importa
y creo que tampoco su nombre.

Soy un monstruo solitario y triste
y ella es tan pálida y taciturna.
¡Es tan pálida esta mujer anónima
que siento que en cualquier momento desaparece!
Aún no follamos o hacemos el amor.
Pero mientras la abrazo,
trato de dar con su nombre.

Pero, ¿sabrá ella el mío?
Qué va,
¡Nadie se olvida de mi celebre nombre!
Nos conocimos en el caos 
y había alcohol por de medio.
Resaltó entre la multitud por su singular belleza
o por la belleza que le regaló el alcohol,
mi soledad y la noche.

Una mirada, llevó a otra.
Una sonrisa a una palabra.
Un beso a una cama.
Y ahora está ella a mi lado
pero no me acuerdo de su nombre.

Quizás sea juzgado o en el peor de los casos castrado
por haber olvidado su ahora misterioso nombre,
pero nunca nadie nombra los bellos momentos.

De pronto, follamos
y en el acto no mencionó mi nombre;
entonces no hicimos el amor,
ya que éste no se hace entre desconocidos.

Cierro los ojos y recargo mi cabeza sobre la suya...
¡su rostro lentamente comienza a desvanecerse!

De pronto despierto... y ya no está a mi lado.
Se ha ido sin dejar rastro alguno:
Ahora, sin un rostro y sin un nombre...
concluyo que ¡esta noche nunca pasó!


© Elvis Dino Esquivel

Imagen: BenGoodspeed

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Sentimiento inmortal


Lux aeterna

I

¡No pienses que me importa que me ignores 
ni pienses que por ti muero de frío!
¡Es tan profundo el sentimiento mío
que ni una lágrima más por ti esperes!

A mi mente no llega tu agrio desdén:
¡apiádate de mi pena desolada
hasta que encuentre en tu culposa mirada
todo aquello que soñé en el mar de Adén!

Tú no tienes el derecho de olvidarme,
pero, si tienes ganas de aborrecerme:
¡te prometo por la gloria que has de verme
tranquilo y libre de tu imbécil amor!

Creí que en esta noche encontraba calma,
sin embargo, no se ha secado la flor:
aun después de que me arrebataste el alma,
no me arrojaste al abismo del olvido;
sin mí, tu vida no tiene sentido.

II

Te juro por la luz de la vida mía:
¡qué te buscaré como la sombra al día!
¡Te amaré como el marinero ama al mar!
¡Te exploraré como el barco al océano inmenso!
¡Te saludaré como el heroico militar
saluda su amada insignia cuando va en descenso!

¡Sobre el destruido altar de mis amores,
vivirá para siempre tu memoria!
Con tus rechazos reconstruiré mi gloria
para salvarme de mis pesares.

Tal como une a los prisioneros su cadena
nos unirán los pobres versos que te envío,
confesándote que te amé, dulce bien mío,
con dulce amor que corazones envenena.

¡Qué poco importa el amor de otras mujeres,
si mi cobarde corazón no te olvida!
¿Por qué en los momentos más lindos tu vida
niegas nuestras noches llenas de placeres?
Soy un alma que se quedó sin consuelo
y un taciturno astro que perdió su cielo.

III

Para hacer nuestras historias inmortales,
yo derramaré mi sangre, gota a gota,
en las avenidas de la edad remota
con versos de poemas miserables.

El destino te encontrará a mi lado,
vivirás sola al compás de mi vida:
serás la planta que será nutrida
con sangre de un corazón helado.

Y cuando llegue la hora ambicionada,
cuando en el otoño con una flor marchitada,
mi ángel decore triste mi abandonado ataúd,
te confesará al oír las brisas del paisaje:
«¡De la corriente, el viento es el mensaje
que te deja al recordar tu ingratitud!»

Te juro que nadie te amará como yo te amo,
nadie te adorará como yo te adoro,
nadie exclamará su amor como yo lo exclamo,
ni absolutamente nadie en tu corazón de oro
los tesoros del universo encontrará…
como yo encontré, bajo tus pies pequeños,
¡mis alegrías, mis inspiraciones, mis sueños
y mi vida que ahora rogándote está!

Tú has olvidado todas las horas bellas
en que me sorprendieron las estrellas
junto a ti, reclinado en tu balcón,
bañándome con la lluvia de tus ojos,
mientras yo, desquite de tus enojos,
suplicaba por tu olvidadizo corazón.

IV

Aún recuerdo tus amantes cartas,
las que tu gran cariño me escribía:
– «¡Si estás celoso» – tu pasión decía –
«es de ti mismo que celoso estás,
y si del eco de unos pasos huyo,
el eco aquel es del paso tuyo,
que a donde voy en mi memoria vas!»

¿Cómo quieres que perdone y que olvide,
si esas tétricas frases de ingenua ternura
brillan en medio de la noche oscura
en que deambulamos dementes los dos?
Juraste que perdiéndote a ti, perdió mi anhelo
el bienestar en la tierra y, en el eterno cielo,
el inmaculado deleite de aproximarse a Dios.

No sabes que sin ti me encuentro tan vano,
tan miserable como el desgraciado gusano
que se compara al águila genial.
Porque si muero sin el aroma de tu esencia,
cuando llegue de Dios a la presencia
¡llegaré cubierto en lodo terrenal!

V

¡Tú eras lo más noble de mi inspiración! 
Si algo extraño mi ambición soñaba,
era que en tus ojos encontraba 
toda la divinidad de mi ambición.

Aún batallo por ti. Esperando con ilusión, 
sin cerrar los ojos contemplaré al destino, 
porque incendia las espinas del camino 
en que revuelca mi noche, tu visión.

Tu mirada que mis penas magnifica,
tu mirada que me motiva hacia el mañana,
tu mirada cuya frente soberana
trae una corona de luz glorificada.

Tu mirada, que despedazando la luz 
con que me oprime tus misteriosos ojos, 
de su aureola con los anillos rojos 
hace relucir los clavos de mi cruz.

Caminando como Orfeo caminó,
yo he de llegar al fin de la jornada,
dejando tu memoria encadenada 
al nombre que tu orgullo rechazó.

Solos, tristes, derrotados por la vida, 
descenderemos juntos la pendiente, 
y cuando muera el sol de tu frente, 
¡te prestaré mis claridades enseguida!

VI

Cuando sobre las cumbres de tu pecho 
las flores de la tumba abran su broche, 
y se suban las larvas de la noche 
a refugiarse en la boca del despecho.
Cuando emerja lo triste de tu mirada 
disuelto en las neblinas de la sierra,
por el amor con que te amé en la tierra:
¡la apariencia tuya vivirá inmortal!

Como Romeo por dolor estridente
murió junto a su Julieta amante,
moriremos en círculo incesante,
amargada tú y yo indiferente,
al recordar que en su agobiante vuelo
mi inspiración, por tu orgullo despreciado,
en torno de tu frente ha colocado
una tiara de luz eterna en tu cielo.


© Elvis Dino Esquivel

Imagen: sarramed

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Epílogo


I

He concluido este poemario. Recita, amada,
los poemas que le he dedicado a tu mirada.
Ven, querida, este libro quiero darte:
lee y notarás que llenos de dulzura,
mis humildes versos quieren probarte
que tu recuerdo en todo mi ser perdura.

Afirmas que soy poeta y que enamoro:
soy poeta porque tú eres viva poesía;
callado escribo mientras tu mundo exploro
y tu naturaleza inspira la mente mía.

Este poemario es callado testigo
del tiempo que mi espíritu en guerra,
combatía así mismo como enemigo
a las memorias que uno se aferra;
olvidando sus alegrías y sus risas
que se perdían calladamente en las brisas.

Recita, querida, estos versos: es cierto
que en ti se inspiró mi alma tranquila,
pues vi reflejada en tu pupila
todo lo que soñé un día en el desierto.

¡Querida, si no pudiera ver en tu cabeza
esa brillante esencia que nace de tu pecho,
escribiría enfocado solo en tu belleza
y reclamaría tu amor como mi derecho!

No, no escribo buscando nuevos amores,
solo deseo cumplir uno de mis placeres:
que mis poemas, como las bellas flores,
gusten y hagan sonreír a las tristes mujeres.

II

Recita mis cursis poemas a esa hora
en que la luz del día se esfuma,
trayendo de tus ojos la espuma
que conciben la luna conquistadora.

Ven, querida, con toda tu noche entera
para que en la oscuridad de tu mente
ilumine con mis versos tu cantera;
deberías, al leerme, quedar convencida
que el poeta no dura eternamente
¡mas sus poemas duran para toda la vida!

Recita, amor, mi pasado fracaso;
sé que tú no me juzgarás, ¿acaso
el astro de mis noches luminosas
es una flor que crece entre mis ruinas?
No importa si crecen hermosas rosas,
¡pues en cada una brotarán espinas!

En mis torpes versos y en mi alma loca,
quiero, al veme cobijado en tus cálidos brazos,
ver pintada una sonrisa en tu boca,
mientras aceptas un corazón hecho pedazos.

Aquí encontrarás escritas cada una
de mis fatuas juveniles pasiones
ocultas en lo oscuro de la luna:
guardó con devoción ese astro añejo
estas muy modestas composiciones,
su cambiante faz fue mi propio espejo.

Para ablandecer el rígido pecho
que soberano del amor se jura,
es necesario escribir con despecho
sobre lo que creemos que perdura.
Para llenar los vacíos hay amores...
¿quién se atreve amar a los escritores?


© Elvis Dino Esquivel

Imagen: Denise Worisch

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¿Qué es la vida?


Cuando en el oscuro firmamento
veo aparecer cientos de astros brilladores,
y otros miles que en un momento
brillan con sus preciosos resplandores.

Buscando la respuesta a la vida en mi pensamiento,
volteo a mirar al cielo y pregunto a los brillantes seres:
– «¿Qué es la vida, que es, brillantes luces bellas?»
– «¡La paradoja!» Me responden las estrellas.

Si al renacer la hermosa primavera
vuelve verde el mundo con alegría;
entonces el río, el bosque y la pradera
son los aromas, las luces y la armonía.

Cuando en jardín se convierte la ribera
y el bosque en viviente poesía,
– «¿Qué es la vida?» Pregunto a sus seres,
– «¡El cambio!» Me responden las flores.

Pero, si al mirar tus ojos, vigila
el bosque al astro su luz preciosa;
si viendo todo el cielo en tu pupila,
alucinante por ti, mi alma curiosa
– «¿Qué cosa es la vida?» Pregunta obsesionada,
– «¡El amor!» Me responderá tu mirada.


© Elvis Dino Esquivel

Imagen: The Fountain

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Guerreros de arena


Belicosos. Solitarios.
Perdidos... naufragan
en la eternidad de un desierto.
Cándidos guerreros de arena
obedecen los vanidosos deseos
de los palacios blancos...

Marchan, altivos,
metralla en mano
al pórtico laberíntico
del averno arenal...

Hiere natura, abrasa
su matutino páramo;
los guerreros sudan
y su silencio bebe la agonía...

La patria maquila la lealtad
de esos combatientes arenosos
que purifican su ingenua gloria
en la áurea lluvia negra...

En la batalla que ningún dios profirió,
enemigos invisibles aparecen
maldiciendo al foráneo
en su vernácula lengua
y los guerreros traducen
con enigmáticas balas...

Titanes indestructibles
que embisten herejes,
lanzan proyectiles
que derrumban memorias...

Las aves metálicas arrojan
en su vuelo, mensajes de libertad,
que solo descifraron aquellos
que al leerlos se entregaron a la noche...

Duelen... ¡oh, duelen! Esos estruendos infinitos
que no hirieron sus carnes,
pero aún hacen eco en la memoria...

(Sentimientos camuflados;
los valientes sollozan solo
bajo el gélido crepúsculo...)

Los guerreros poco a poco
se desvanecen y los cerrados
ojos de los ausentes los buscan.
Sombras aún naufragan
en las dunas perdidas...


© Elvis Dino Esquivel

Imagen: marcmons007

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La inmortalidad de tus ojos


De la belleza los ojos radiantes
son su mejor atractivo y el que más perdura:
¡solo la muerte mitiga la claridad pura
de esos eternos candiles candentes
del santuario célico de la hermosura!

Cuando los labios y el cabello,
el pecho, la cintura y la tez,
las suaves manos y el cuello
se consuman al atropello
que causa el tiempo y la vejez.

Cuando de la vida pierdas todos sus antojos,
cuando de tu belleza ninguna huella se distinga,
y de la edad sufras sus mayores despojos,
solo quedará un atractivo que no se extinga:
¡solo con vida persistirán tus ojos!

Sobreviviendo triunfantes ellos
mientras con el tiempo se apacigua,
extenderán por lo tanto sus destellos
como entre escombros dos astros bellos,
como farol en una hacienda antigua.

No te atemorices de las arrugas imprudentes
y los años que te faltan vivir no los cuentes;
pues cuando el tiempo caiga en sus abismos,
fascinantes siempre y destellantes,
siempre tus ojos serán los mismos.


© Elvis Dino Esquivel

Imagen: Sergey Vlasov

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Me diste


Me diste amor y tu pesado techo
pero preferí la intemperie.
Me señalaste un propósito
y lo dejé todo al arbitrio de mis pies.
Un abrigo hallé en tu sombra,
noches largas de voluntaria soledad,
la amarga cerveza y la shisha
me recuerdan las tardes bélicas.
Siempre habrá para mí un escritorio vacío,
un rincón,
lleno de ti y de lo que pudo ser.


© Elvis Dino Esquivel

Imagen: millrok

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Olvidar dura una eternidad



En este solitario mar navegaste un día,
en mi solitario corazón tu amor pusiste
y solitario aún te recuerdo todavía.
¡Me acompaña tu recuerdo en mi barco temido,
y en la solitaria guerra, que combato triste,
en aquel infinito desierto del olvido!

¿Ya me olvidaste? ¿Ya me has dejado de amar?
Por supuesto que no: ¡el marino que navega
nunca puede olvidarse de su amado mar
ni mucho menos de su adorado navío,
la playa no se olvida de la ola que llega
ni el mar de la montaña mientras fluya un río!

No puedo olvidarte: en la guerra me pierdo,
mas perdiéndome solitario en ella consigo
entender el secreto de tu recuerdo.
¡Tú eres para mí lo que el marinero es al mar,
lo que la muerte es a la sangre del enemigo,
lo que la guerra es a la gloria del militar!

No sé cómo sobrevivo aquí tan lejos,
sin verte, sin acariciarte, sin escucharte.
Sigues presente en todos los áridos espejos,
porque tú, cuando se encuentra mi alma trágica
en las profundidades del desierto, ¡eres mi arte,
mi guía, mi zahir, mi vida y mi escritura mágica!

No importa si lejos estoy, ¡aún puedo mirarte!
Ya que la ingenua memoria, en sus insensateces,
te tiene viva y presente aunque estés tan aparte;
y delirando así, aún en la beligerancia,
te siento cerca, muy cerca… ¡porque sueño a veces
que no existe eso que llamamos tiempo y distancia!


© Elvis Dino Esquivel


Imagen: Jerry Uelsmann

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