Cor unum et anima una


I

Musa mía, te quiero mucho, te adoro tanto, 
que al nombrarte a veces a mis ojos se asoma el llanto; 
¡y aunque dicen que me mientes y que me engañas, 
aún me veo prisionero en la sombra de tus pestañas!

Si el rumor a mi oído llega, mi orgullo abandono: 
si es verdad que me engañas, ¡yo te perdono! 
Uno hace lo que quiere de lo que es suyo, 
y yo, mujer de mi vida, ¡soy todo tuyo!

La lluvia sobre la montaña verde,
baña las flores, nutre el suelo y se pierde
hecha lodo por la superficie de la loma:
seré la flor para darte el aroma
que nutre el cielo con su rocío,
si el desprecio es tuyo, ¡el sufrimiento es mío!
¿Qué podré hacer con toda mi ternura
cuando aparte mis ojos de tu hermosura? 

Mi alma cae en tus manos conquistadoras
mientras tu mujer, la noche adoras:
de las praderas que en mi alma habitan
¡eres todo el líquido que mis flores necesitan!

II

¿Qué podré hacer con todas mis penas
si todas las noches mis sueños llenas?
¿Qué harás con la mina que aún excavo
de tu pecho cuando deje de ser tu esclavo?
Por ti, bien lo sabes, el mundo cambiaría;
por hacerte de nuevo mía, ¡mi vida entera daría!

Hace tiempo una idea me tiene inquieto;
por favor acércate y escucha en secreto:
pon tu hermoso rostro cerca del mío,
mírame y encuentra el poderío
que tus ojos tienen sobre mi alma,
y encontrarás en ella inquietud y calma:
calma porque un día fui dueño de tus ojos
e inquietud porque ahora sufro de tus despojos.

Ahora que mi alma está condenada,
sé que a otros buscas con tu mirada;
si todos mis suspiros el viento deja,
de mi cuerpo cada vez mi alma se aleja;
si tu corazón por otro ya es querido,
¡dime el desgraciado nombre del preferido!

Le daré a tus plantas todos mis amores;
te enseñaré a dar besos suaves como las flores,
te ayudaré a encontrar el más valioso tesoro
cuando descubras que mi corazón también vale oro.

III

A mi gloria le daré la mejor parte
ahora que comience a idolatrarte;
pero, cuando viva pendiente de tu mirada
y cuando te vea siendo amada,
entonces, maldiciendo la suerte mía,
para no ver la grandeza de tu alegría,
¡me largaré con toda la tristeza
a esconderme lejos de mi torpeza!

¡Cuando doy mi cariño, lo doy entero, 
no sé querer a medias a los que quiero!
Y será mi nueva gran aventura
sacrificar el sueño de mi ternura.

¡También sufro de celos, pero los callo
porque con mi corazón lucho y batallo!
Me provocas celos sin razón cuando me miras,
pero celos mortales cuando de otro suspiras
de su ramo de rosas el perfume
que en tu alma se consume 
y que se convierte al tocar tu rostro bello,
en el aire que juega con tu cabello.
 
Cuando te vea contenta y alegre
mis celos sacrifico aunque me denegre:
poniendo así mi corazón rendido
a los pies de mi ser más querido.

Pisa mi corazón, flor de mi cielos grises,
ya que él besará tu planta cuando lo pises.
Pero, ¡qué importan las estúpidas penas mías
si con mis penas haces tus alegrías!

Cuando a la vida le sonrías excitada
llegará el sol hasta el fondo de tu mirada,
¡y para que tu sonrisa jamás se extinguiera
con gusto hasta mi vida entera diera!

Por más que trato de ganar tu afección,
hermosa mía, únicamente caigo en desesperación.
Solo una cosa más te quiero decir musa encantadora:
¡qué a pesar de tus desprecios, mi alma te adora!


© Elvis Dino Esquivel

Imagen: kevron2001

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