Una ilusión perdida


Artifex vitae artifex sui

I

Es una tarde mágica y serena 
del mar inmenso en la desierta playa, 
donde la ola, entre morena arena, 
desanimada y sin valor calla.

Consumiéndose en sus rayos despacio,
el sol, que ya ocultó su disco ardiente, 
por grados se va derritiendo en el espacio
las últimas llamas de su esplendor al occidente.

Entre el pálido azul, su arco de plata,
la luna se asoma tranquila y bella, 
y ya con lumbre silenciosa y grata,
radiante luce del amor – la estrella.

Unido al de la antorcha vespertina,
el esplendor plateado de la luna,
en claridad opaca y peregrina,
ahora con la luz del decadencia ayuna.

Dudosa claridad, suave y extraña, 
que al mundo envuelve en dulce velo
y con sus tintas misteriosas baña 
el mar, el aire y el suelo.

Ahora el mar duerme en inmóvil lago 
de oro hacia el fondo, cerca azul o verde, 
y de sus playas el contorno mago
en gran semicírculo se pierde.

Huyen por el límite del firmamento,
rompiendo el melancólico diamante
con sus alas inmóviles el viento, 
las aves del otoño suspirante.

Por el oriente, el resplandor escaso 
poco a poco se borra y desaparece; 
y desde allí la sombra hacia el ocaso
ciega avanza y por momentos crece.

Vagamente, en la tierra y en la altura 
la opaca sombra con la luz se funde; 
su indefinible incógnita dulzura
por todo el universo se difunde…

De la majestuosa, y misteriosa calma
domina la inmortal naturaleza;
y, ya en su fondo estremecida, el alma
siente del pasado la tristeza.
 
II

Y, entre la luz que en occidente brilla,
pintoresca, fantástica y ligera;
se ve destacándose junto a la orilla
la llamativa forma de una mística galera.

Adornada de vistosas aureolas,
desde la playa, sin explicación, se aleja,
y en el azul profundo de las olas,
más oscura, su sombra se refleja.

Dando al viento suavísimos cantares,
harpas pulsando de marfil y de oro, 
en ella parte a los remotos mares
de seres peregrinos su hermoso coro.

¡Bellas hadas, místicas mujeres,
ideales fantasías y fantasmales diseños, 
maravillosos y radiantes seres 
del encantado mundo de los sueños! 

En sus rostros divinamente bellos 
se abren sus grandes ojos soñadores, 
y flotan a los vientos sus cabellos 
coronados de perlas y de flores.

Inmóvil, una, en pie moribunda,
de sus abiertos ojos, su mirada
en los abismos se pierde, profunda,
en la irrevocable dicha no olvidada.

Y mientras que se pierde, así, en lejano
horizonte fantástico su alma,
como símbolo inmortal, su diestra mano
mantiene verde su eterna palma.

Inclinada hacia enfrente la cabeza
sobre el pecho, la mística hada soñante
regresa hacia el cielo con mortal tristeza,
llorando con su esperanza amante.

De su existencia en las felices horas,
esta hada, ajena a duelos inhumanos,
acompaña las músicas sonoras
con el gentil bate de sus delicadas manos.

Aquella, envuelta en vestidura blanca,
de la galera se reclina en los bordes,
mientras, con mano distraída, arranca
del arpa los melancólicos acordes.

La otra, con la faz en su hombro reclinada,
triste, con sus cantos, el pasado invoca, 
¡y sonríe acordándose, emocionada
con la sonrisa del dolor en su boca!

Y esas son, esas son las ilusiones 
que, en la tarde final de nuestras vidas, 
como grupo de mágicas visiones,
para siempre lloramos ya perdidas.


© Elvis Dino Esquivel

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